Andrés Brignardello acaba de publicar el libro KPD. Historial social y memoria de una fábrica soviética en Chile (América en Movimiento Editorial, 183 pág.), el cual trata sobre un tema prácticamente desconocido y que se desarrolló durante el gobierno de la Unidad Popular: La instalación en Chile de una “fábrica soviética de construcción industrial de departamentos KPD”. KPD es la sigla en ruso de “Edificación de Grandes Paneles”. Se trataba de la instalación en Quilpué de una empresa que era “un aporte significativo a la solución del problema de la vivienda, con obras sólidas, de calidad y en breve tiempo. Conversamos con el autor.

— ¿Cómo se gesta implementar este proyecto en Chile?
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El proyecto KPD es una iniciativa surgida desde la misma Unión Soviética luego del sismo que sacudió a Chile en mayo de 1971. En el marco de acuerdos de cooperación técnica firmados durante el gobierno de Eduardo Frei, los soviéticos donan esta planta industrial para la construcción de edificios de departamentos que vino a sorprender al gobierno y al ministerio de vivienda. La tradición en Chile no estaba en la construcción en altura y menos por la prefabricación como en el caso KPD. El déficit de 600.000 viviendas con el que se había encontrado el gobierno de la Unidad Popular requería, según los arquitectos y constructores chilenos, de apoyo en materiales de construcción o en recursos en dinero para paliar las graves cifras de falta de vivienda y terminar con las “poblaciones callampas”. Pese a la resistencia inicial de los ejecutivos de CORVI y el Ministerio de Vivienda, la experiencia KPD se convirtió en un hito dentro de la historia de la vivienda social en Chile, de las tímidas medidas de principios de siglo XX por parte del Estado se llegó a construir departamentos de 90 metros cuadrados, asísmicos y con un alto grado de confort.

— Tras el golpe el interventor militar intentó mantener la fábrica funcionando ¿Qué pasó? 
— El golpe de Estado desató aún más la paranoia anticomunista reprimida durante los días de la Unidad Popular. La planta KPD fue asaltada muy temprano el día 11 de septiembre y todo el turno, cerca de 100 trabajadores, fueron llevados a los barcos cárceles que funcionaron en la rada de Valparaíso gracias a los empresarios navieros cómplices civiles de la dictadura. Los dirigentes sindicales fueron despedidos, perseguidos y otros asesinados y hechos desaparecer tal como consignan los informes de las comisiones Rettig y Valech. En ese contexto la llegada del Capitán Roberto Vargas Biggs tuvo un inicio algo violento por las informaciones de inteligencia con las que contaba pero tempranamente supo, que toda esa información que hablaba de adoctrinamiento, fabricación de armas y entrenamiento guerrillero no fueron más que mentiras de la guerra psicológica que levantaron las unidades de inteligencia de la Armada de Chile en Valparaíso.

La actuación del Capitán Roberto Vargas Biggs, un antiguo oficial formado en la aviación naval, entrenado en Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial y considerado un héroe por actuaciones temerarias en distintos momentos de su vida profesional, permitió que la represión de los servicios de inteligencia fuera mitigada poco a poco y que la planta industrial volviera a su función inicial y siguiera con su plan de producción completando los proyectos que los técnicos soviéticos dejaron inconclusos y desarrollando nuevas iniciativas.

Fue común ver al capitán Vargas Biggs ponerse por delante de los civiles de inteligencia cuando estos llegaban sin permiso a buscar a algún trabajador para interrogarlo o secuestrarlo, imponiendo su autoridad y exigiendo documentos y órdenes de arresto. La fábrica a pesar de haber cambiado de nombre, desde el 11 de septiembre se comenzó a llamar VEP (Viviendas Económicas Prefabricadas), siguió adelante con sus procesos y poco a poco empezó a incomodar a los ejecutivos de la Cámara Chilena de la Construcción quienes solicitaron al gobierno dictatorial su fin, cosa que se logró primero con la salida de Vargas Biggs a fines de 1979 y con el proceso de cierre y remate de la fábrica entre 1980 y 1981.

— ¿Actualmente, es viable un proyecto de este tipo en Chile?
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La prefabricación es hoy una técnica modernizada y acorde a los nuevos estándares de calidad técnica en el mercado de la construcción. KPD fue un proyecto basado en el concreto armado que sufrió la crítica de considerarlo muy caro para la época. En una sociedad con las características neoliberales como la chilena sería un proyecto imposible de financiar pues el mercado tendría ofertas de menores costos, tanto humanos como materiales. Sin embargo, los niveles de calidad de los departamentos no tienen parangón en la historia de la vivienda social y podría, tal como se ha hecho en Rusia, levantar proyectos privados que aprovecharan esta técnica que estuvo al servicio de varios Estados en el mundo y que puede ser sin lugar a dudas, por rapidez, calidad y confort volver a Chile a desarrollar y apoyar la construcción de alternativas a menor costo y subsidiadas por el Estado.

— ¿Existe aún el sistema en Rusia u otro lugar?
— En Rusia aún se mantiene el sistema KPD a través de una antigua fábrica fundada en Moscú en 1954 “Stroymontazhtrest” que fue privatizada luego de la caída del comunismo y que sigue operando en base a la misma tecnología. En Rusia, esta fábrica llamada en la actualidad “SU-155” es ahora un holding de 100 empresas que opera en 54 ciudades de ese país, tanto en la región Central (Moscú y Bryansk, Vladimir, Ivanovo, Kaluga, Kostroma, Moscú, Ryazan, Tver, Tula y Yaroslavl), la zona Noroeste (San Petersburgo y las regiones de Kaliningrado y Leningrado), Volga (Nizhny Novgorod y Penza), en el Sur (Región de Volgogrado) y la región Siberiana (Regiones Omsk y Novosibirsk y Krasnoyarsk Krai).

Fuente: http://letras.mysite.com 

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