El Mercurio

16 de diciembre

El libro lo edita Archipiélago Editorial en un cuidado formato, que reproduce en su diseño original, fotografiado, cada misiva del arquitecto.
 

Envió durante cuatro décadas sus «Cartas al Director» a distintos medios escritos de la plaza -incluso más allá-, aunque «El Mercurio» fue el receptor que mayor número de estas publicó en su sección. Todo comenzó por un hecho azaroso, en los años 70, cuando su curiosidad de observador de la arquitectura -su profesión- lo llevó a iniciar una campaña mediante este expediente para salvar de la ruina segura el campamento de Sewell, que Codelco había dado de baja. El lugar se debatía entre el abandono y la indiferencia en una época en que nadie hablaba de patrimonio, ni en el lenguaje coloquial ni menos en las políticas públicas.

Su campaña fue un éxito gracias a este expediente, pero su empeño epistolar se fue convirtiendo en un cultivo cada vez más refinado. Sus cartas «se alejan paulatinamente de la estética que determina a las cartas abiertas en tono de reclamo o de comentario político; la brevedad de ellas se acerca cada vez más a las greguerías de Gómez de la Serna o a los versos de Nicanor Parra», escribe Yosa Vidal, escritora y docente, en el prólogo al libro que reúne las cartas de Alberto Collados Baines y que publica Archipiélago Editorial en cuidado formato, que reproduce en su diseño original, fotografiado, cada carta.

Se convirtió en un hábito compulsivo: cuando sale de vacaciones deja varias escritas para los días que vendrán, envía otras desde lugares remotos del mundo, manda cartas por adelantado, se aprende los horarios de los editores y de la imprenta, envía postales, sugiere títulos para que los editores no pierdan el tiempo. Si no salían en «El Mercurio», las envía a La Segunda, Las Últimas Noticias, Revista Hoy, La Estrella de Valparaíso, El País, de España.

Todo ello generó lectores que lo seguían, otros que lo atacaban por su probable anuencia con los medios. Hasta que un día «el ‘Señor Director’ dejó de publicarme (lo que no es una queja, sino una mera información)», escribe el mismo Collados, y decidió entonces armar este libro con su archivo, aceptando el consejo de amigos y seguidores. Un homenaje para este «subgénero literario del género epistolar».

 

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