Todas somos una misma sombra reúne fragmentos de mujeres que se aferran a algo. O a nada. Una escribe cartas que nunca manda desde la isla de Chiloé. Otra engorda mientras revisa el mail de su ex. Y otra se aferra a un perro y a una gallina. La soledad se hace presente, como lamento pero también como una opción. Voces femeninas que coinciden en un tono, pero que hablan de las diferentes búsquedas en las que nos embarcamos. “Vuelvo a pensar en mi cuerpo como un conjunto de pequeñas islas a punto de perderse”, escribe Catalina Infante (1984) en uno de los relatos de este libro que escribió a lo largo de cinco años y que publicó hace poco con Neón Ediciones.

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