Se publican la novela «Flush» y el libro de cuentos «Lunes o martes», traducidos por los escritores chilenos Constanza Gutiérrez y Antonio Díaz Oliva, respectivamente. 

Juan Rodríguez M.
Cultura
El Mercurio

Leonardo da Vinci recomendó a los pintores observar sin parar mientras andaban por la ciudad. Observar «las circunstancias y el comportamiento de los hombres», según anotó en sus cuadernos. El buen pintor, dijo, debe pintar al hombre y al concepto de su mente. La británica Virginia Woolf, esa pintora de las letras nacida en 1882 y muerta en 1941, autora de «La señora Dalloway» y «Las olas», fue una escritora a la Leonardo. O esa impresión queda tras leer su libro de cuentos «Lunes o martes» (1921) y la novela «Flush» (1933). Los dos libros acaban de ser publicados por las editoriales chilenas Sonora y Montacerdos, respectivamente. Con traductores también chilenos: el periodista y escritor Antonio Díaz Oliva, en el caso de los cuentos, y la escritora Constanza Gutiérrez, en el de la novela.

«Lunes o martes» es el único libro de relatos publicado en vida por Woolf. No es largo, dice Díaz Oliva, «pero sí ramificado. Y esas ramas te llevan a otras obras de Woolf». Claro, pues son relatos escritos antes de sus grandes títulos y proyectan lo que vendrá: «Me parece que puede ser un buen choapino antes de decidirse (o no) a entrar a la casa de Virginia Woolf», agrega el traductor. «Hay cuentos ‘convencionales’ en lo estructural, pero que se adelantan a la discusión de género del ensayo ‘Un cuarto propio’, como el caso del relato ‘Una sociedad’. Hay viñetas: ‘Lunes o martes’, ‘Azul y verde’, que parecen cuadros antes que narrativas. Hay textos que juegan con la corriente de conciencia antes de que Woolf decididamente experimentara con esa veta: ‘Una novela sin escribir’, ‘Jardines de Kew’. Y hasta hay un cuento de fantasmas: ‘Casa encantada'».

La novela «Flush», por su parte, es una biografía imaginada de un perro. Un cocker spaniel -Flush- que perteneció a la poeta Elizabeth Barret. Sin embargo, como hace notar en el prólogo la académica y crítica Lorena Amaro, la obra está lejos de los fines didácticos y moralizadores, y del antropocentrismo típico de las obras que, hasta entonces, daban voz a los animales. Por supuesto, es imposible saber lo que piensa un perro, tan imposible como saber lo que piensa otra persona, pero Woolf hace el esfuerzo de ponernos en el lugar del animal, de sus sensaciones al pasar de la vida en el campo a la vida en Londres, y de esta a Pisa y Florencia; hasta el punto de mostrar los esfuerzos de Flush por interpretar los gestos de su dueña (y viceversa).

«Es una gran novela -dice Gutiérrez-, con una sensibilidad muy particular, que habla del mundo de Woolf, del siglo XIX, de la opresión masculina y las injusticias sociales, a través de la historia de un perro. Además, es un texto que no pierde emoción por su capacidad de reflexionar».

Decíamos que «Lunes o martes» y «Flush» muestran que Woolf fue una escritora a la Leonardo. Y es que, ya sea describiendo las acciones y estados mentales de un perro, en el caso de la novela, o de los distintos personajes a la vez reales y oníricos del libro de cuentos, ambos títulos revelan la capacidad de observación e imaginación y, entonces, de creación de la autora. En los dos hay tanto de vida interior como de vida exterior, si es que cabe distinguir: «Tal vez, la mancha que frota en la ventana es una mancha de pecado», leemos en uno de los relatos. Y en la novela: «Había ese perpetuo zumbido de voces humanas que a Flush le encantaba escuchar».

Fuente El Mercurio, Cultura Sábado 16 de junio

 

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