A 50 años de la primera edición en su idioma original, la editorial Hekht resolvió no solo editar, sino volver a traducir al castellano, en una versión rioplatense, Guerrilleras de Monique Wittig. El nuevo texto, que desde la semana que viene estará en liberrías y se presenta en sociedad el 21 de diciembre, recupera pasajes enteros que habían sido censurados en la primera y única traducción que hubo hasta el momento en nuestra lengua. La Wittig, incorrecta, polémica y poética tiene mucho qué decir a los transfeminismos de hoy.

¿Por qué leer a Wittig hoy? ¿Qué tipo de contribución hace a los debates en los activismos (trans)feministas y disidentes? ¿Qué significa aquello de que la “heterosexualidad es un régimen político” y no una práctica sexual?

Los caminos de Wittig

Teórica literaria, traductora, escritora, una lesbiana que genera pasiones, si el pensamiento de Monique Wittig todavía irriga las luchas feministas de hoy, rara vez se nombra. Visionaria, los debates que planteó siguen ardiendo de actualidad. El derrotero político de Wittig da cuenta de las propias trabas y dificultades que encontró la teoría lésbica para desheterosexualizar los supuestos epistemológicos de los distintos feminismos. Wittig fue una de las feministas que participó en la emergencia del Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF) en Francia en 1970. Era la primera vez que las mujeres como conjunto político se encontraban en un movimiento para pensar, reflexionar, dar cuenta de los fundamentos de sus opresiones. Simone De Beauvoir había influido enormemente en el movimiento feminista tras la publicación de su libro “El segundo sexo” en 1949 y eran las feministas francesas de la diferencia (Cixous, Fouque, etc.) quienes no daban cuenta de la materialidad de la desigualdad sexual. Sus teorías reforzaban el mito de la mujer al esencializar las funciones sociales atribuidas biopolíticamente a ellas. Ante la resistencia anti-lesbiana de este feminismo, fueron las feministas materialistas las primeras en sostener que la opresión de las mujeres nada tenía que ver con la naturaleza sino que era política e histórica, y estaba enraizada en el modo de producción doméstico que privatizaba sus cuerposEl materialismo lésbico fue la perspectiva teórica que nombró como heterosexualidad al régimen político que oprime a las mujeres como clase.

¿Qué nos quiso decir Wittig con eso de que las lesbianas no son mujeres? Para lesbianas materialistas como Delphy y Wittig, mujeres, en este sentido, no es más que un aparato biopolítico que asigna funciones reproductivas realizadas de manera gratuita. Lograron de este modo visibilizar las trampas políticas y epistemológicas de los análisis clásicos marxistas que no daban cuenta de las relaciones sociales (heterosexuales) que sostenían la reproducción del capital. En este sentido, cuando Wittig enuncia en la histórica conferencia de 1978 que las “lesbianas no son mujeres” lo que quiso decir fue que dado que mujeres es un conjunto de funciones políticas (trabajos domésticos, deberes conyugales, producción ilimitada de hijos etc.), desertarlas significa escapar de la opresión heterosexual.

 

Simultáneamente a la fundación del MLF, maricas y lesbianas comenzaron a organizar sus propios espacios sexo-disidentes. Fue así que, en 1971, crearon el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), una plataforma histórica para la desobediencia sexual radical. Este espacio, a diferencia de otras organizaciones, no buscaba tolerancia social ni benevolencia en los aparatos del Estado sino abolir los mandatos políticos de la normalidad heterosexual. Wittig y otras lesbianas fueron parte de la fundación del FHAR pero, al cabo de un tiempo y pese al apoyo feminista de una marica como Guy Hocquenhem, abandonaron este espacio con críticas a su “sexismo y falocracia” y conformaron las Gouines Rouges (Tortilleras Rojas). Dicen que esta fue la primera agrupación de lesbianas en Francia.

¿Por qué reeditar a Monique Wittig hoy?

En el presente existen diferentes interpretaciones de la obra wittigiana. Elegir reeditar a Wittig en nuestro contexto, en los debates que se suceden a diario en los activismos (trans)feministas y disidentes, es un aporte arriesgado, una tentativa para seguir discutiendo las propuestas que las teorías lésbicas hicieron en los años 70 y 80 para atacar la raíz del binarismo sexo-género.

Podríamos decir, dada la posición posgenital de Wittig, que mujeres es un cuerpo desterritorializado y que incluye a todas las personas que realizan los trabajos reproductivos independientemente de su anatomía (tengan pene, vulva), de su expresión y autopercepción de género (lesbianas, bisexuales, travestis, trans, no binaries, varones trans, maricas). Mujeres abarcaría a todos los cuerpos feminizados como a los cuerpos masculinizados voluntariamente, son estos cuerpos los que sufren la misoginia y el sexismo de la sociedad. Desde esta perspectiva es la heterosexualidad el sistema que produce a la matriz binaria de género (masculino y femenino). La variable género no es separable de la sexualidad ni del deseo, sino que conforma un sistema que organiza la reproducción y percepción de los cuerpos en nuestras sociedades.

Sobre la escritura wittigiana

Ferviente lectora de Nathalie Sarraute quien sostenía que “la tarea de la escritora es crear nuevas formas”, formas que también fuesen significado. Wittig como escritora experimental, como pervertida textual, osó abandonar los párrafos y la puntuación gramatical convencional, a la vez que desarrolló un estilo lírico que no podría llamarse ni prosa ni poesía y, en muchos casos, escribió por fragmentos, evitando una linealidad. E incluso fue más allá al preguntarse “¿No es nuestro trabajo como escritores experimentar para luchar contra el canon y romperlo?”. Y se abocó a la inmensa tarea de desheterosexualizar el lenguaje.

Para comprender su obra, es preciso entender que las diferentes piezas que la componen, construyen un diálogo entre sí. Al recorrerla, encontramos que hay mayor preponderancia de la ficción que de ensayos teóricos, que además fueron los últimos en ser escritos. Podríamos suponerlo como parte de la discusión que sostuvo con la matriz moderna de la política que definió el qué hacer político de manera universalizante, sin lugar para el uso del lenguaje metafórico, a las narraciones épicas y literarias como ejercicios políticos.

Guerrilleras

Les Guérrilleires fue publicado por primera vez en Francia en el año 1969 y dos años después, en 1971 fue editado por Barcelona Editorial Seix Barral y traducido al castellano por Josep Elías (quien también tradujo a Marguerite Duras) y Juan Viñoly con el título «Las Guerrileras». La omisión del artículo enla edición actual, es altamente significativa.

Es el segundo libro de la autora, luego de “El Opoponax” (1964), novela ganadora del Premio Médicis. Libro fetiche para las amantes de Wittig, prácticamente inconseguible en coordenadas latinoamericanas, accesible solo como usado en ventas por internet, Guerrilleras llega a nuestras manos gracias a la decisión editorial de Hekht Libros (Marilina Winik y Natalia Ortiz Maldonado, editoras), en una versión por primera vez completa en castellano y de circulación “oficial”. No es un hecho aislado, Wittig ha sido una escritora que hemos podido leer gracias a la circulación amorosa que han hecho activistas lesbianas locales de manera independiente.

¿Por qué una nueva traducción? Según la traductora, Natalia Ortiz Maldonado: “Hubo una primera traducción al español de este texto que censuró pasajes fundamentales. Esa operación permitió lecturas en las antípodas de las ideas de Wittig, lecturas que realizan aquello que ella rechaza en toda su obra porque privilegian la conformación biológica de un cuerpo sobre su política, lecturas que ‘hacen de una mera variante biológica una diferencia esencial’”. Se trató de la supresión de términos que quizás no le hicieron sentido a sus traductores, porque la anatomía descrita no se correspondía con la distribución de los cuerpos de manera binaria.

No es aventurado suponer que durante el régimen franquista en el Estado español del año 1969, la traducción original haya estado atravesada por una moral conservadora fascista, que censuró pasajes enteros y así le arrebataron una fuente de belleza y erotismo. Probablemente, también haya sido insoportable el uso del femenino como universal. Otra intervención sobre el escrito fue la modificación de tiempos verbales en fragmentos donde el uso del pretérito perfecto o del presente cambiaban sustancialmente el sentido. La perversión escritural wittigiana requería de una lectura atenta, un trabajo de orfebrería, conocimiento de la obra, y quizás hasta de recreación de la propia lengua castellana, para poder atender a lo que se propuso en el idioma original.

A un año del Mayo Francés, y ante el desencanto de una revuelta que interrogó a la normalidad, aunque dejando intacto al pensamiento heterosexual, Wittig apostó a la creación, al ejercicio inventivo de narrarnos una épica feminista donde el pensamiento heterosexual sufre una declaración de guerra a la vez que hizo visibles los procedimientos de captura de ese pensamiento. Eso, que en el mayo francés fue una promesa, en Guerrilleras fue una fabulación creadora de otro mundo posible: “Ellas dicen que han aprendido a contar con sus propias fuerzas. Que saben lo que significan juntas. Dicen que quienes reivindican un lenguaje nuevo aprenden antes que nada la violencia. Dicen que quienes quieren transformar al mundo deben tomar antes que nada los fusiles. Dicen que parten de cero. Dicen que es un mundo nuevo que comienza.” La creación de un mundo de ellas, un ellas posgenital.

Podemos leer Guerrilleras como un tratado de guerra, de esos que oponen el caos a los regímenes disciplinarios de las tácticas de guerra marciales a las que no tienen habituadas tanto los ejércitos estatales como las organizaciones político guerrilleras de izquierdas. Una propuesta mucho más parecida a las multitudes que durante un mes inundaron las calles de Chile. Multitudes anónimas, como las guerrilleras, que hemos visto cantar, danzar, sonreír, cuidarse entre sí, que se reencontraron en las calles, en la resistencia, en el deseo de otro mundo y que, en esos precisos instantes triunfaron porque politizaron la ira y canalizaron los descontentos, en el encuentro sensible de los cuerpos en resistencia.

Una épica feminista que a 50 años de su edición continúa reencantando el mundo. En Guerrilleras podemos encontrar un modus vivendi brujo, porque allí hay saberes que no han sido concebidos para dominar al mundo, sino para componer con él. “Si me apropio del mundo, que sea para soltarlo inmediatamente o para crear nuevas relaciones entre el mundo y yo”, dice Wittig. Seguir explorando la potencialidad de esta obra, surgida en un contexto de emergencia del movimiento feminista francés, y en sintonía con la revitalización de los activismos feministas locales, nos invita a imaginar, sentir, vibrar, otros mundos posibles para nosotras también.

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